martes, 29 de octubre de 2013

Final del relato sin nombre ni dirección. Siete.

Le penumbra extiende su silente  atmósfera por la sala, hasta alumbrar pequeñas motas de polvo, y el contraluz de un pedestal en el que se sitúan tres figuras severas. Su voz suple su cara. Es ceñuda, y áspera. Leen la sentencia por sabotaje moral contra la producción de la compañía. Desgranan hechos, motivos, suposiciones. Extienden la noción de culpa sobre lo que eres y sobre lo que piensas y sientes. La voluntad del mundo pesa como el mismo cielo sobre tu pecho agitado, pero no lo rompe, lo hace frágil y lo derrota suavemente, con crueldad dulce.

La voz alterna susurros y pausas, su autoridad subraya tu culpa, culpa, culpa por ser un extraño, culpa por dudar, culpa por haber sobrevivido. Lo sabías, pero no sabías nada. Empezó como una resistencia lúdica y acabó siendo real. Lejos, en tu puesto de capataz hay otro, y bajo sus órdenes, otros mueren, se embrutecen, aprenden a odiar. Quien puede huye y trata de mantenerse humano. Quien no, es sometido a conceptos ajenos, y hábilmente manipulan su mente y corroen su carácter. Legiones desoladas copan los puertos entre sistemas. Y el amor nace sin esperanza.

Resulta demostrado que la falta de fe del acusado derivó en problemas disciplinarios que se agravaron por su ulterior falta de diligencia y su insubordinación...

Las palabras resbalan por la sala vacía, donde apenas murmullos se resaltan contra la oscuridad

"resultando probado que la productividad durante dicho periodo se resintió con niveles inaceptables, con el consiguiente daño a la imagen de la empresa..."

La lectura sigue. Has decepcionado la confianza puesta en ti. No has cumplido los objetivos.  Se imponen medidas decididas. Cada frase va borrando tu inocencia, tu cara muestra otros matices, ¿no es cada vez la oscuridad más fría? Y recuerdas, con un calor renovado y la cabeza lúcida, tus experiencias pasadas, los libros que leíste, lo que has pensado y sentido. ¿Cómo gritar, cómo retar al mundo cuándo sabes que has hecho lo correcto y por eso serás condenado? Y que pensará la gente que te importa, maldita dictadura del ego. Y como aguar el rencor que te envenena. Porque el árbol de la ciencia nunca prevalece sobre el árbol de la vida. Y dónde está la paz, que hallarás que tenga la profundidad de un lago en el que descansar cuando las cosas hieran. Recordarás las murmuraciones de tus compañeros, la incomprensión de aquellos a quienes quisiste ayudar. El desconsuelo de los que te apreciaron. Y tendrás que refugiarte en saber que no hay destino que no se venza con el desprecio. Pero que insoportable tributo hay que pagar.

Y mientras tus pensamientos se mezclan con los intrincados reveses jurídicos que te alejan de tu casa y de tu vida, la idea del exilio se acerca.

Han pasado semanas, y embarcado en la nave que te dirige a tu prisión, la angustia aumenta. Como soportar tu estancia en ese infierno desolado del que todos hablan con terror, el hogar primero que a través de siglos se ha convertido en el peor destino, ese atormentado punto minúsculo, el planeta Tierra.





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