Los españoles acabarán olvidándose de la guerra civil por cansancio, no porque haya terminado.
Se olvidarán, pero mientras siga habiendo muertos en las cunetas, estos serán una semilla que el día menos pensado germinará con vigor inusitado reclamando justicia. O no. La memoria hay que cultivarla; el olvido crece solo
Recuerdo haber hablado en algunas de mis primeras entradas en el blog del pueblo de mi madre, "mi pueblo". No es un sitio con nada especial. Su río, sus parcelas, sus eras, su iglesia con espadaña, sus cotilleos, pasiones y rencores. No es especial tampoco en cierto hecho sucedido cuando mis abuelos apenas iniciaban la adolescencia: los vecinos sacaban de sus casas a gente y en la plaza del pueblo, donde tantas veces vi la verbena en las fiestas, les pegaban un tiro y los enterraban en cualquier parte. Y he visto en una exposición sobre republicanos en campos de concentración nazis, que un vecino de ese pueblo acabó en Dachau, tras huir de su muerte segura por rojo. Ha sido curioso enlazar algo que imaginaba tan deliciosamente provinciano (bueno, es un pueblo de Zamora, pero yo soy de Salamanca, que no es Nueva York xD) con un horror de eco tan universal.
Supongo que ese es el punto. Aquí pasó una locura colectiva abrasadora por encima de todos, más 40 años de férreo totalitarismo astuto que se trasmutó en un más leve autoritarismo que se esforzaba por enseñar una sonrisa de progreso material amable...y un pacto muy estimable en su momento pero que se ha revelado obsoleto. Y así andamos, dando vueltas a una monomanía como el personaje del corazón delator,
Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré...[...] el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto!
andando entre tablas que esconden heridas que ya no son tales para casi nadie, pero de las que llevan surgiendo desde hace casi 75 años cientos de interpretaciones, honestas, cobardes, malvadas, valiosas, subvencionadas, agudas, maniqueas...que aspiran a moldear nuestro presente y nuestro futuro. Y más allá de la presunta indiferencia, más alto y más alto.
Que pesado soy. Yo venía aquí a hablar de un libro, un buen libro. Se titula "Ayer no más" y trata de la cantidad necesaria que un ser humano necesita de olvido y de memoria. Y de la paz, la piedad y el perdón de Azaña, más la justicia y la venganza, la honestidad y el cinismo, el amor y el rencor, y al fin, de como cada cual escoge la manera de administrar cada una de ellas. Y como hay silencios de paz y silencios de miedo. No menos importante, en mi opinión, como la solidaridad no debe confundirse con el victimismo. Y como son las guerras, o lo que nos cuentan de ellas; es arribar a la isla del enigma, donde todos mienten. La inmensa mayoría convencidos de que dicen la verdad.
Y sí, para mí no es la guerra, sino conocer la razón por la cual la guerra acabó con mi padre, la razón de ese poso de amargura que he descubierto siempre en su alma, y saber qué tienen en común su perpetuo desasosiego y esta tristeza mía que más he detestado porque he visto siempre en ella la sombra de aquellas muertes y de la muerte.
Para mí no es la guerra, sino el temor de no honrarlo como debe honrar un hijo a un padre, y salvarle en mi amor, tanto como salvarme en él.
Para mí no es la guerra, sino saber por qué somos sus víctimas sin haberla hecho, por qué nos han mentido
Un historiador vuelve a León, su ciudad, donde vive su familia. Su padre fue un destacado fascista, y están distanciados. Un día, ambos se encuentran, y un tercero reconoce a su padre como uno de los falangistas que estuvieron presentes en el asesinato de su padre cuando pretendía huir a un lugar seguro, porque temía por su vida. Uno de ellos le descerrajó un tiro, sin mediar palabra. Entre su familia, su trabajo, sus compañeros y sus dudas, deberá encontrar la manera de hacer lo más correcto. Y en esa búsqueda de la verdad y la tumba de un hombre inocente se resume lo que fue una guerra bestial. Y cada personaje, da sus razones y se justifica, y se miente a sí mismo un poco. Algunos personajes quizá resulten algo caricaturescos, pero según avanza la novela, el autor consigue darles el hálito necesario para que se alcen por encima de su simbología
La cordura saltó por los aires y los de diecisiete años de un bando y los de diecisiete años del otro se lanzaron a aniquilarse. Pasado el tiempo, con medio millón de muertos en el frente y otros cientos de miles en las cunetas y en los patios de las cárceles, nadie reconocería su responsabilidad.Los derrotados hemos sidolos hijos de los que hicieron la guerra: jamás conoceremos la verdad. Como en el poema de Kipling: "¿Te preguntas viajero, por qué hemos muerto jóvenes/ y por qué hemos matado tan estúpidamente?/ Nuestros padres mintieron: eso es todo
No es una novela acerca de la guerra (aún falta para que haya suficiente distancia y aparezca alguien con tanto talento como para llevarla a cabo, se dice, y estoy de acuerdo), sino sobre la gestión del pasado, el oficialismo y la moral pública y privada. La política y la ley. Y la pobre gente que tuvo que elegir, o aquellos que se mataron con frenesí revolucionario o fascista y todas las víctimas, muchas de las cuales hubieran podido ser, o fueron, verdugos. Y de los que apenas hemos recibido el eco, pero hemos querido saber, y hemos sabido de amargura (un abuelo mío fue falangista; el otro estuvo en el presidio de Ceuta), y de tratar de comprender a esos muchachos envenenados por el odio.
Hay una escena que me recuerda mucho la tierra que antaño tanto visitaba y hoy solo idealizo desde un cuarto a miles de kilómetros: el protagonista desea conocer más de la historia, pero calla el nombre de su padre. Esa pareja de abuelos, con los muertos inocentes, su derrota, sus humillaciones en la posguerra y su vida de mierda desde los 9 años hasta los casi 90, lo reciben como alguien muy importante "de la ciudad", que les ayudará a encontrar la tumba de su padre.
La mujer de Graciano apareció con un plato de sequillos nevados y unos refrescos, y añadió, ¿quiere otra cosa, un whisky? En su boca la palabra whisky sonó a una droga que ella podía dispensar pero que jamás se le había ocurrido probar. Trajo la botella. Sin desprecintar. Comprendí: la habían comprado para agasajarme.
Y aunque sé que Graciano sabe que hay una parte de la historia que es más oscura, sólo desea morir con un poco de paz.... y toda esa resignación, agradecimiento, ternura e ilusión de anciano me queman por dentro, iluminan y queman todas las teorías, todas las explicaciones académicas y opiniones lejanas con lo único que quedó de aquello: el dolor desnudo . Un buen libro, en mi modesta opinión. De aquellos que te impelen a escribir algo poco después de finalizarlos, si tienes un blog. Desde aquí, recomendados quedáis, si os interesa. Pobre(s) Graciano(s), pobres nosotros, naúfragos en la corriente oscura de un río de olvido que a veces resurge con ferocidad y nos trae a la cara tragedias que ni siquiera fueron las nuestras, pero ocurrieron tan cerca y en lugares tan inocentes que de cierto modo, también son lo que somos.
Para mí no es la guerra, sino conocer la razón por la cual la guerra acabó con mi padre, la razón de ese poso de amargura que he descubierto siempre en su alma, y saber qué tienen en común su perpetuo desasosiego y esta tristeza mía que más he detestado porque he visto siempre en ella la sombra de aquellas muertes y de la muerte.
Para mí no es la guerra, sino el temor de no honrarlo como debe honrar un hijo a un padre, y salvarle en mi amor, tanto como salvarme en él.
Para mí no es la guerra, sino saber por qué somos sus víctimas sin haberla hecho, por qué nos han mentido
La literatura aborda dolores que la historia no puede hacer sino acumular y haciéndolo, los desvirtúa. Y está bien poder leer cosas así...y pensar en nosotros, todos. Hasta pronto.
ResponderEliminarAmigo Explorador. Todo esto que cuentas me suena familiar, de algún modo.
Te diré, así brevemente: por mi edad, mis padres vivieron esto en primera persona.
Mi padre nunca quiso darnos a mis hermanos y a mi, ningún nombre, ninguna pista, ninguna información, de quienes fueron los responsables de los crímenes en su familia, que los hubo.
Por qué hizo esto? porque posiblemente, los descendientes de esos responsables eran nuestros amigos, o nuestras novias, o simplemente, nuestros compañeros de escuela o de trabajo. Y ellos no tienen la culpa de lo que hicieron sus padres o abuelos.
Triste historia la nuestra, de traiciones y crímenes bajo el anonimato de la política.
Por eso me da tanto asco la política.
Y espero que nuestra historia cambie de forma sustancial, y todo esto se olvide algún día, y podamos vivir en armonía, caminando todos juntos hacia un futuro mejor.
Sí, ya se, esto es ciencia-ficción.
Quizá por eso mismo, la ciencia-ficción es mi estilo favorito.
Un abrazo.
Bonita y seria reseña a la vez, Explorador. Me ha gustado, aunque como siempre en estos ámbitos, una no puede dejar de notar cierto regusto amargo cuando el tema de la guerra civil, aunque sea en términos de novela y se centre en personas muy concretas -hablo desde la ignorancia puesto que no sé qué colores tienen las entrañas de este libro-; siempre se adivina ese leve hedor que desprenden los cadáveres no del todo "muertos". Demasiado recientes, diría más bien. Yo soy una mocosa y no puedo juzgar acciones, pensamientos ni decisiones tan alejadas de mí en el tiempo, máxime cuando es poco posible hacerlo desde la óptica de la actualidad. Y leyendo, hay que hacerlo con cuidado, puesto que, ¿qué medio de comunicación es ahora mismo totalmente neutral? ¿Qué escritor es completamente apolítico? ¿Hay algo acaso que no esté condicionado a priori? Tampoco es que hayamos progresado exactamente, eso es cierto, pero creo yo que algo habremos avanzado. Bien es cierto que curiosamente la historia de este país siempre se ha teñido de traiciones. Mucho Caín. Mucho Judas. Mucha envidia. La misma cantinela.
ResponderEliminarUn besitoooo
Iry
Es la guerra que no cesa, porque se cerró mal. Tu post me ha hecho recordar un veterano de la guerra de Camboya y sus atrocidades. Sobre los Khemers Rojos, este superviviente dijo: "puedo llegar a perdonar, pero jamás olvidar". En esta novela me parece que va en este sentido.
ResponderEliminarSaludos.
Caramba! Vaya cambio de diseño!. Enhorabuena!
ResponderEliminarY también por el post.
Será difícil, pasará tiempo, hasta que comprendamos en realidad lo que pasó, lo que sintieron nuestro padres y abuelos en esos momentos trágicos, incomprensibles, que esperemos sean irrepetibles.
Saludos!
Lo que se evita nunca termina de subsanarse y los múltiples fleso que dejó la Gerra Civil prefirieron ser ignorados por "una transición ejemplar".
ResponderEliminarNuevo diseño¿eh? Me gusta. Con respecto a tu post te diré que nunca he entendido semejantes hazañas. Aunque desde siempre se han impuesto las ideas mediante los conflictos de sangre. Espero un nuevo acontecer en dónde la distancia de las ideas no terminen en enfrentamientos nada constructivos ya que se termina pagando una factura demasiado alta para el género humano.¿Humano? no sé si me equivoqué... pero parece que sigue per secula seculorum. Abrazos.
ResponderEliminarSe te echa de menos para que nos cuentes cosillas, espero que todo vaya genial. Un besazo.
ResponderEliminarMe aburre la G.Civil por la manipulación que hay y es triste que hoy en día se siga utilizando. Un país no puede salir adelante si mira de continuo al pasado. Las g.civiles son siempre espantosas.
ResponderEliminarJo, qué interesante. Lo que ocurre es que esto es muy complicado para intelectualizarlo, lo de la guerra civil. Me parece un episodio terrible y sangrante. Un dolor insuperable. Ya no tenemos las mismas heridas abiertas. Tenemos otras, pero si cabe más dolorosas que las que nos llevaron al conflicto.
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