El radiador me presta una comodidad que me va amodorrando...
Sueño despierto que no estoy aquí cómodo, sino en la ribera del río Tesino, hace más de 2000 años, con mi uniforme desastrado y sucio de un barro que la lluvia hace brillar. Mi cuerpo, sometido a los rigores del trabajo y la espera, apenas padece,adentrándose en el laberinto del terror inminente. De repente, mi cuerpo está cubierto con una túnica que no alivia del viento y una armadura que hay quien detrás de los bosques ansía. Acabamos de comer, después de haber fijado el campamento, y pareciera que una relajación imperara en las riberas, un silencio sombrío. Mi mente no se aquieta. El pérfido púnico ha atravesado las fronteras lejanas, ha domado la gran cordillera, y con sus bestias africanas, grandes como 10 caballos, nos amenaza. Nuestras legiones son fuertes, dicen, pero ayer éramos campesinos, artesanos, herreros. Nuestro brazo no ha aprendido como matar deprisa sin pensar en ello,Y no hemos podido evitar que llegue a las puertas de nuestros aliados, cuyo rencor siento.
Pienso en mi familia y en mis esclavos, tan caros, en el duro acarreo diario y en la guerra. No la veré acabar nunca. El viento aúlla, y con él, a lo lejos, los sonidos del ejército de Cartago, con sus galos, sus íberos, sus baleares(honderos temibles,me dice una voz que no conozco) y sus elefantes. No logro imaginar a su caudillo, ese Aníbal. La lluvia sigue golpeando mi casco, pero ahora ni su sonido arrítmico me molesta. Astero de tercera fila, entraré en combate pronto, y si los Dioses no nos son propicios, saldré pronto también y me reuniré con los manes, los muertos turbados. Y que más da. Arrasarán mi pobre tierra, esclavizarán a mis hijos y reducirán a Roma a un recuerdo fugaz en las próximas generaciones.Cartago prosperará a través del tiempo y sus Dioses serán venerados. Pero, aunque así no fuera, hoy voy a morir, y si Roma sobrevive, nadie sabrá quien he sido, ni porque estoy aquí, intentando limpiar mi pilum mientras entreveo en la niebla y la lluvia tras los árboles de la colina colmillos y montañas que se mueven.
Intento descansar.
No puedo.
Parece que han llegado ya,y a toda prisa, nos preparamos para recibirlos. Esas bestias aplastarán mi pobre cuerpo. Y le he visto a lo lejos, pequeño y barbudo, sonriente. Comienzan a correr. Mis sentidos se nublan, y mis armas pesan como el mundo al que hoy digo adios. Ojalá hubiera ordenado un sacrificio, antes de partir. Se acercan. Llueve, llueve,llueve...
Sigue lloviendo tras las ventanas. El sol no da noticias de sí, y la melodía más antigua acompaña mis manos mientras la pantalla me devuelve al mundo y digo adiós al pobre legionario en cuya mente entré y que en un presente intemporal sigue esperando.
Estupendo leerte de nuevo, Explorador.
ResponderEliminarLas lluvias son muy románticas, pero todo en demasía cansa.
Un abrazo.
Bueno, pues he leído todo el texto, y me parece una lindísima prosa poética que ha quedado estancada hace tiempo.
ResponderEliminarNo sé el motivo, mas sé que siempre se está a tiempo de seguir el camino emprendido.
Adelante. Y, un cordial saludo