El mundo es el limite de ideas, creencias, opiniones. Fuera de él vibra la ofensa, roja, amenazadora. La capacidad de sentirme ofendido expresa la virtud de mi creencia.
El homo sentimentalis se ha impuesto a la sensibilidad. No se trata de sentir, sino de exhibir que se siente (Milan Kundera).
Hay tecnología y fondos para las más ensoñadoras y fértiles iniciativas futuristas. Las empresas comunes y cívicas languidecen por falta de medios.
La política adula a sus electores para ofrecerles una imagen de si mismos corregida y mejorada y a cambio atraer su apoyo. Ya se buscarán enemigos y culpables luego.
La faceta de cliente ocupa todas las esferas de la vida de la persona en su relación con otras. El cliente siempre debe tener razón.
El ocio estimula la facilidad y la simpleza. Películas de superhéroes, hazañas de deportistas, dilemas que se resuelven en un maniqueísmo que se traslada a la visión del mundo.
El bien y el mal ya no son la escala universal de medida. Cada vez más, se impone la alternativa divertido/aburrido.
El lenguaje se simplifica y el mundo con él. Vuelve el afán nominalista de querer establecer una vinculación íntima y esencial entre lo que nombra y lo nombrado.
El fulgor de la violencia ha disminuido, pero la fascinación por la brutalidad y el morbo de la comprobación de nuestra fragilidad consume el tiempo. La muerte es ignorada pero su brillo oscuro angustia porque se niega.
El odio forma parte de lo que uno es. Lo que uno es no puede ni debe aspirarse a ser cambiado.
Soy lo que digo que soy y no lo que muestro ser. Esta divisa filosófica ubicua ha reemplazado al Conócete a ti mismo.
La vida y sus decisiones paralizan. El apetito de Fausto no iguala el nuestro.
El yo aspira al dominio universal y, sin embargo, no parece ser nada sin los ojos de otros. Si no se muestra, no existe.
La sospecha equivale a la crítica. El criterio no se forma. La alabanza se desprecia. Para auparse en un pedestal, se zahiere a los que están alrededor y se los rebaja.
La comodidad es un valor más deseable que la angustia de la educación y el conocimiento. La igualdad es un valor sin contenido real porque no se basa en nada más que en su propio principio desnudo.
La virtud justifica cualquier medio para hacerla resplandecer.
Las ocurrencias se hacen pasa por ideas.
A la realidad no le importa nada de esto. Se limita a existir y a aplicar su medida indiferente.
Nadie sabe a dónde ir.
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