martes, 7 de agosto de 2018

Pasión y nada


Hoy es no más un pájaro enajenado
Que se resiste a caer en el olvido. Pugnaz y libre
Crea una sombra en el cielo aterido y amargo
Rechazando la tregua de su empeño triste.

El mar de mi memoria sabe que ha de caer al fin
Desde las olas indiferentes al lecho viscoso y lento
De donde nada vuelve. Y qué más da, si sentir
Es buscar inútilmente la paz de un pozo seco.

Puede que el tiempo, tal cual dicen, instruya y sea sabio
Hace ya mucho, ¿acaso estoy curado, mi alma brota?
Quizá la ruta está fijada de resplandor extraño
Hacia la nada. Y en eso, como en todo, nada importa.

No importa el día, importa el pasar agrio
Con que la sed y el vano afán minan la fuerza,
Cual el viento que levanta en su murmullo solitario
La alfombra decadente de las hojas viejas.

La lluvia ríe y nunca importa. Importa el eco lejano
Del brasero y su aroma, y el rincón de los libros.
Nada saben de ti los fuertes que conquistó tu brazo
Ni te aman las tapias podridas de los sucios garitos

Que creíste tuyos; hoy los roe la ciega
Exaltación de la decadencia y la ruina.
Nada importa que el lucero del alba resplandezca
Sobre los techos abyectos de las oficinas.

Qué importa al fin la luna, sus mentiras taimadas
que fingen su ternura teñida de distancia imposible.
Vacía como la noche oscura, como los fantasmas
Y los sueños que engañan con su fulgor terrible.

Qué importa el sol, que el mediodía ajado
O recibir algún día más luz y más calor.
Qué importan las ojeras del desengaño
Qué el goteo de su ácida pasión,
Qué ajena al consejo, busca el daño
Girando cruel en torno a un recuerdo feroz.

Va envejeciendo el día en el que una pasión feroz y turbia
Yació entre ambos, inocente y maligna como un hada.
Con el azogue que el cielo de la tarde alumbra.
Aún recuerdo su aroma: tanta pasión para nada.

lunes, 6 de agosto de 2018

Una pasión.



Dormí abrazado a ti frente al mar esa noche
Y eran todas las que vinieron. Mientras la primitiva aurora
Nacía, yo ya había disuelto la abrasadora furia
Entre tus brazos limpios y gritaba al Dios de los abismos
Que eras grata como un árbol de espera y sombra calma.

Después despertabas. Y volvía el rito.
Y así, naciendo cada noche, envolviendo la arena
Fue pasando el verano, y te quedaste en mi cuerpo para acabar formando
Un hueco en su silencio, deleitosa como las manzanas del jardín,
en tus manos la llama que supo encadenarme
Dulce como la esperanza de encontrarte de nuevo.

Y así estás hoy en mí, frente al ameno huerto
Que nos ha visto hacernos mayores y resistir embates.
Al otro lado de la tapia, la locura del mundo.
Y me pregunto si el afán de esa playa no era menor entonces
Que el que los cansados huesos recogen al juntarnos
Pedazos de memoria encarnada que se acercan al alba.

Cuando llegue la hora, cansada tú, yo agitado
Al ver el umbral que nunca se ha de cruzar dos veces
Entregaré mi cuerpo caído ante tu abrazo y la pasión dormida
Entre achaques, monotonías, desencuentros y altura
Será un brillo en los ojos, y un fulgor incansable
Arderá como esa zarza y tu voz será en ella.

La ebriedad de la noche nos hará despertar luego.
Y al presentar los dones, cuando el Guardián nos tenga
Le entregaré tu abrazo, dulce como la nieve, en un manto de arena
Dulce como la eternidad en la que siempre habitas.