miércoles, 24 de marzo de 2010

Una conversación, una carta, un olvido.

Quería escribir algo y no se me ocurría nada especial como de costumbre, más allá de algunos temas ni siquiera iniciados. Pero leyendo algo me encontré con el tema "es demasiado tarde" (quizá no sea un tema agradable, pero da juego :P) y he escrito tres cosas sobre el tema, supongo que divagantes en exceso, pero espero que gusten un poquillo. Entre tres cosas, algo podrá salvarse, digo. Por cierto, el poema es una imitación bastante evidente de un poema de Peter Porter, que se titula "Historia". Si no os gusta lo mío, al menos espero poder ser útil en la recomendación...algo es algo.


La conversación


- ¿Qué ha pasado?

- Se nos ha hecho demasiado tarde. La luz se ha despeñado hacia donde no sabremos verla y se derrama entre nosotros la oscuridad, desde algún otro cielo. El espacio entre nosotros, y nosotros y todo lo demás, crece hacia la lejanía inabarcable. El frío corre por las calles y esas risas podridas que traen más frío crecen desde las afueras. Hasta la alegría es oscura hoy. Las figuras se han convertido en siluetas, decorados marchitos, hasta nuestras voces tienen otro tono si no podemos ver las caras. Todas las cosas se van alejando y siento vértigo. La luz que imaginamos es de otros días y no vendrá la de mañana. Todo es oscuro, y dentro de los edificios, las formas abigarradas de cualquier objeto inocente parecen amenazas fieras. Las paredes se inclinan, frágiles, y los pájaros trazan inquietud en su batir nervioso de alas.

- ¿Y el sol?

- El sol es otro abismo. Desde lejos vienen, desde las entrañas de la tierra han cabalgado sobre los charcos, y no los veremos llegar, sentiremos los cascos de sus caballos cuando sea demasiado tarde y el amanecer traiga un manto lechoso que aprisionará la tierra.

- ¿Y las bombillas?

- Reflejan tonos de ayer, y sólo resaltan más la oscuridad, se pliegan a su condición primordial que han recordado de repente. Mañana ya habremos olvidado como soportarla. Regresamos al inicio de las edades, quizá podríamos hacer un nuevo comienzo...pero es vana esperanza, todo será igual, de nuevo. La fatiga de construir durará demasiado.

- ¿Y nuestras palabras?

- Las palabras nacen muertas, y saben amargas en la boca. No saben que quieren nombrar, y el corazón se esfuerza en expresarse, pero no le sirve el lenguaje humano y se angustia por no poder ser ayudado, se consume y se quema dentro.

-¿Por qué siento entonces cada vez más frío?

-Porque la claridad se nos ha muerto y el fuego que nos va consumiendo es un hacha de plata que con cortes precisos y sinuosos y como un demonio jovial, hace formas burlescas con nuestras entrañas.

- ¿Y esa luz que se acerca desde el cielo?

- Podría ser una nueva forma de esperanza, que trajera nuevas formas de mirar. Ojalá así fuera, pero temo que será de nuevo na luz cegadora, que dañe nuestras pupilas aún más que la negrura que nos envuelve alrededor.

- ¿Y tú?

- Siento mi cuerpo y mi alma como una serie de pliegues que se revuelven contra si mismos. Y cuando el aliento del aire llegue desde las simas en las que ha crecido hará de ellos arenisca torpe que caerá en silencio y sin honor. Oigo mi voz más maliciosa, noto mi mirada más susceptible, soy más propenso al odio. Amigo mío, debemos separarnos.

- Adiós, amigo. No te dejes vencer, aunque seas vencido.



Una carta irrelevante


Hola, amigo _______

Esta carta no atravesará ningún desierto, ni sentirá la brisa suave en un viaje a través de reinos desconocidos. Su destino será reposar en un cajón ajado y triste bajo una pila de papeles:la experiencia, hija de la memoria y maestra de la vida, aunque en mí es breve, me permitirá acercarme al que serás, cuando el tiempo cobre sus usuras y la casualidad te traiga de nuevo hacia mí.

Ahora el futuro es un reino ignoto y que conquistarás sólo con tu sonrisa displicente, piensas. Todo tiene arreglo y las riquezas de la vida y el mundo se abrirán ante ti, porque lo mereces y vales. Mientras esperas la invitación a la fiesta perenne de tu vida, esperas y esperas.

Pero tú también envejecerás. Tu piel será menos tersa, tus sentidos menos fiables, tus músculos menos complacientes a tu orden, tu cerebro más confuso. Te arrepentirás, culparás al mundo y a la vida, y apurarás el trago amargo. Cuando te contemples joven, sentirás que has perdido todo un reino, y será verdad. Adios. Un día, al ordenar tus cosas,recordarás esta carta y curioso la leerás. Ya sé que acabarás con ella, conmigo, que soy lo que tú pudiste ser, si lo hubieras deseado. La rabia adoptará la forma del desdén, para que puedas engañarte mejor. Me romperás en mil pedazos. Me olvidarás enseguida.



Olvidado Siglo

Andrei Chernikovski, probo funcionario del partido
fue arrojado a las frías aguas del Nevá. Los enekauvedés
encontraron pruebas de su conspiración
para adquirir una tableta de chocolate en el mercado negro. Su hermano, Dmitri
que atacó un nido de ametralladoras y sobrevivió, perdiendo su pierna, fue juzgado
por su falta de valor en la defensa de Viazma. Su hermana, Olga,
trabajaba en la construcción
de engranajes frenéticos
y escribía poemas de amor subversivos y antipatrióticos, dedicados
no se sabe a quien.

Oskar Diermissen, ciudadano sombrío, consiguió una medalla
auxiliando a su vecina, a la que un puñado de niños famélicos parecía haber atacado
hasta que una patrulla urbana los aplacó. Las madres que seguían vivas
esperaron algunas noches, antes de asumir lo inevitable.

María Chacel fue conducida por Santiago, entre coches blancos,
hacia un sotano donde los agentes no tenían ojos, como nadie, esos días.
Un 15 de septiembre entró, para nunca salir de su celda
exactamente en el mismo sitio en el que hoy remolonean los oficinistas.

En la exótica Camboya (o Kampuchea democrática) cerca de
el refulgente Angkor Wat
un puñado de campesinos aplicaban las doctrinas de un libro proscrito
para iniciar una revuelta con insólito gozo.
Los "enemigos ocultos"
formaron termiteros con sus craneos destrozados, y sus cuerpos
al igual que el de los oficiales polacos en el bosque de Katyn, iniciaron
un nuevo ciclo otoñal y melancólico.

Manuel Ruiz, un campesino fue llamado en el 38 español,
para dar un paseo. Su amigo Julián,
había ido a Madrid unos meses antes y nunca volvió.
Solían discutir de política.

René Baum, que como los anteriores es una ficción, basada en hechos inconcebibles,
y tenía la cara de todos los abuelos en él
fue deportado hacia algún campo, y probablemente ni siquiera llegó a su destino.
Como los anteriores, se llamaba de miles de formas distintas,
con distinta edad, distinto sexo
distintas costumbres y personalidades, creencias y temores, angustias, esperanzas.
Debo esta escritura
en confort y en libertad a muchos de ellos pero
de ellos no puedo hablar como de sus representaciones en personajes de 3 versos.

Porque su historia ya ha pasado y no será contada.

lunes, 15 de marzo de 2010

Miguel Delibes, o la sabiduría de la tierra


Pero para él fue su última tarde como él mismo,
una tarde de enfermeras y rumores;
las provincias de su cuerpo se rebelaron,
las plazas de su mente se quedaron desiertas,
el silencio invadió los suburbios,
sus sentimientos cesaron, se transformó en sus admiradores.

Ahora se reparte en cien ciudades,
condenado al afecto de los desconocidos,
a intentar ser feliz en bosques de otro mundo,
a ser condenado por un código extranjero de conciencia.
Las palabras de los muertos
se ven alteradas en la conciencia de los vivos.


W. H. Auden, "En memoria de W. B. Yeats"


Cuando era pequeño solía pasar largas temporadas de verano y vacaciones en los pueblos de mis padres y también bastantes fines de semana. Me gustaban: ofrecían a la imaginación abierta de un niño tal cantidad de detalles sorprendentes acerca de otra vida, tenaz y esforzada pero sobre todo, una sencillez en la vida dura y atrayente del campo que cada hora que pasaba allí fue una revelación sobre las verdades que a veces mi privilegiada condición podía esconder mejor en la ciudad y allí se revelaban tan sinceras, sin aspavientos ni justificaciones. La vida era más perra, pero su alegría parecía más cercana. Otra escuela que provenía desde las raíces de un tiempo inmemorial parecía ofrecer ciertos aprendizajes a través de sus gentes y sus manifestaciones a quien quisiera recibirlos. No sé si logré aprender mucho, creo que no. Pero quisiera creer que algo de lo mejor (que no era todo) pervivió, y aún queda un rescoldo de esos días y esas noches vividas en otro mundo, tan distinto del habitual, de deberes y calles donde había que parar los juegos cuando llegaban coches.

Creo que lo que más me sorprendía en el pueblo (los pueblos, vamos, "el pueblo" es una denominación común para todo lo rural en mi caso) era el trato a los animales. En la ciudad eran una compañía, alguien que necesitaba para ello una cierta consideración. En la vida del pueblo, eran instrumentos ante todo, y su condición era más precaria. Una justicia elemental regulaba las relaciones de cualquier animal con su dueño (si eran útiles comían, básicamente) y con cualquier convecino. Las épocas más duras de la miseria habían pasado, pero persistía una mentalidad de privación y austeridad ante cualquier eventualidad futura que para un niño del futuro, de esa España que cabalgaba frenéticamene hacia la modernidad, a veces era un risible testimonio de una etapa superada hacía demasiado tiempo, a pesar de los delirios de unos ancianos, me parecía a mí. Su modo de vida representaba una rareza atrayente en cierto sentido, pero también un testimonio de mi propia realidad, de donde venía, a la cual no quería sostener la vista demasiado tiempo. Las mujeres lavaban la ropa a la piedra en el río, limpiaban la casa y ponían y recogían la mesa, ayudadas por las demás mujeres mientras los hombres y los chicos éramos servidos, los adultos madrugaban para regar o vigilar sus árboles, sus cosechas, sus corrales, para segar o vendimiar en la hora apropiada, con la ayuda de todos los miembros del hogar que pudieran hacerlo sin perder más tiempo del que aportaban, ayudándose entre vecinos mutuamente, a veces, y las bodegas húmedas y oscuras germinaban un vino que sería el consuelo más preciado en una vida de trabajo y esfuerzo. Bueno, breves pinceladas que conformaron una imagen supongo que incompleta. Pero es la mía.

Yo estaba siempre libre de obligaciones (salvo las vacaciones santillana los veranos), todo el día y parte de las noches eran para mí, salir con la bici, ver el río o ir a la huerta o a los chopos(los palos) de mi abuelo, cazcalear, intentar no mancarme, aviarme si me mandaban algún pequeño recado... y en definitiva, observar y aprender que había otra forma de vivir y convivir, a veces envidiable, muchas veces rechazable y casi siempre incomprensible para mí. Miraba y aprendía, o me equivocaba, o sentía desprecio, afecto o indiferencia por esa gente ruda, campechana y en su mayor parte buena, aunque fuera pesada ("y tú ¿de quién eres?") y viera como lo más normal del mundo pararse a hablar con cualquiera, aunque fuera desconocido. Con el tiempo, aprendí que como en todos los sitios, también habían rencores, envidias y conflictos, y que se expresaban de forma más bruta y primaria que en la ciudad, que a veces estallaban de forma mucho más explosiva de lo que creía que podría hacerlo en un ambiente aparentemente más civilizado (era un niño, y pensaba como un niño, simplificando). Aún hoy, algunas miradas torvas bajo boinas caladas son un recuerdo grabado muy vivamente en mí, a pesar de que hace muchísimo tiempo que no he vuelto a ir desde hace mucho tiempo.

Y cuando volvía a mi casa habitual, todo eso se iba desvaneciendo como otra vida que iba muriendo poco a poco sin nada que pudiera sobrevivir de esa otra realidad festiva y vacacional en mi despreocupada vida. Así que cuando en 7º de EGB (creo recordar) hube de leer un libro exigido por el maestro de lengua que se titulaba "Las ratas", algo muy raro se fue apoderando de mí según avanzaba en el trascurso de su lectura. Me sacudieron su ambiente opresivo y miserable, la brutalidad, la atormentada tierra, la determinación de algunos personajes en su modo de vida, su fijeza de ideas y su brusquedad, la tormenta interior en la que va trasncurriendo la historia, la dificultad para salir de esa vida y esas ideas, de esas ratas, por parte de quien aspira a otras cosas, la lucha por la vida y el absurdo, la pobreza, la desesperación, la ignorancia, el hambre.Parecían reales, parecía haber pasado en algún momento, en algún lugar.

Todo eso estaba contado con una sencillez asombrosa, reflejo de la maestría de quien no necesita artificios que se coloquen a la vista del lector para impresionar y puede hablar de cualquier cosa con una sabiduría propia, la que necesita el menor número de palabras precisas para decir cualquier cosa. Unos personajes bien definidos, un ambiente que pesa y tiene forma, una historia que va transcurriendo como un río manso o tempestuoso, una porción de vida libre y fresca plasmada en un papel. Sin embargo, había algo que no llegaba a comprender ni me gustaba. Nunca habia leído nada así, y aunque sabía que debían existir libros oscuros y tristes, no acababa de entender que algo tan crudo pudiera ser un entretenimiento. Con las limitaciones de mi lucidez de niño, era algo que había intuido vagamente en mis temporadas de pueblo, pero era algo nocivo en gran parte, lo rechazaba, trasmitía dolor y sufrimiento real sin visos de final feliz, ¿como podría constituir eso algo que quisiera leer la gente, que le recordara la tragedia de la vida de una forma tan cruda? Lo cierto es que una puerta se había entreabierto, y con una resistencia que fue diluyéndose a lo largo del tiempo en que iba cumpliendo con mi deber escolar, fui acercándome a ella, y cuando estuve más cerca pudo percibir una amable luz detrás que me invitaba a entrar. Lo hice, terminé fascinado, sin eliminar algunas reservas que sentía, pero vencido por la historia que se contaba y lo que se intuía detrás de ella, por la vida que latía en cada página.


Desde entonces, supe que Miguel Delibes ya era un clásico, como todo aquel de quien mandaban leer un libro en el colegio; supongo que esa condición y también cierta propensión a admirar más a aquellos escritores que propendían al malditismo o a cierta imagen más moderna, a quienes exhibían sus rasgos genialoides sin pudor, o bien a clásicos de épocas pasadas y no clásicos vivos y discretos me hicieron considerarlo un gran escritor cuyos libros iban a la cola de los de muchos que quizá eran peores, pero me interesaban más. Así que cuando a falta de otra cosa lo retomé, encontré una fuente de verdad que parecía inagotable, con unas frases fáciles de digerir pero con un sabor muy grato que hacía querer paladearlas durante un buen rato, un avance en la lectura muy natural. Podía ser una literatura muy dolorosa, poniéndo el dedo en las llagas que habitualmente escondemos y apretando como la vida haría, pero también ofreciendo una compasión y una indulgencia con los errores y las debilidades humanas que no es tan frecuente fuera de los libros. Y pensé que allí había algo que permitía conocerme.


En principio, uno ve el paisaje, los campos de castilla, su luz y su frío en invierno, sus extremos, su monotonía. Pero detrás siempre hay tanto...tantos temas universales que se tocan con una elegancia exquisita, como queman las palabras que no pronunciamos, algo que se parece al destino y que siempre nos resulta incomprensible, el paso del tiempo, la injusticia, la crueldad, la nostalgia...aunque sin salir nunca de un punto de contención que quizá podría pasar por simpleza. Creo que no es el caso.No se trata del pueblo, ni de relatos rurales; es el alma. El pueblo, Castilla es un decorado convincente y conocido para el autor. Pero sus temas son los nuestros, los de cualquier ser humano. Adicionalmente, sirve para conocer la historia que no aparece en los libros, la intrahistoria de un régimen mísero que recibía bofetadas en forma de costumbrismo atroz y descarnado. Muestra el modo de vida de un lugar y un tiempo por lo general muy poco envidiables. De dónde venimos. Hoy, que parece que nuestra historia fuera sólo de 30 años, conviene acercarse a lo que fuimos, y a lo que no dejaron ser a nuestros abuelos. Puedo entender mejor a mis abuelos, que nunca tiraban la comida aunque se pasara y atesoraban una caja de tomates, o patatas, o pimientos, como lo más valioso que podrían regalar, que iban a misa (siempre cada uno en el mismo sitio) y a la salida hablaban de lo que pasaba en el pueblo y alrededores...en fin, esas miserias y grandezas cotidianas que se manifestaban así, como se manifiestan de otras formas en otros sitios.

Y de esa forma, juntando recuerdos y lecturas he ido conformando una imagen de una región y un pais, de su historia más reciente, tan alejada y tan presente en ciertos modos y costumbres. A través de una sencillez muy trabajada y un aliento que parece local, se llega a un conocimiento más profundo y lúcido del alma humana. Sirve para entender Castilla, quizá toda España, pero sospecho que podría leerse en otros lugares y no perder esa complicidad con el lector, que cree que conoce la situación. Puedo escuchar "Pueblo blanco" de Serrat sin tener que recurrir al Mediterraneo para comprender todo lo que sugiere; puedo leer "Las ratas" y saber que eso pasa en algún sitio que puede estar muy cercano, del mismo modo. Y creo que un ruso o un francés, o un alemán, también podrían sentirlo. Pero claro, esto yo no lo sé.

Y en definitiva (creo que esta vez no me importa tanto haber sido incapaz de ser conciso, para la siguiente volveré a intentarlo) es muy agradable poder entrar en otros mundos, que a través de ficciones muestran con más verdad las realidades de la vida, de enseñarme con complejidad y con palabras sencillas quiene somos, cual es el alma de la tierra y de las gentes que la habitan, como sufrieron y como fueron tirando por el camino. Y a través de una prosa clara y limpia, que lo convierten en un maestro eterno para cualquiera que pretenda plasmar sus ideas, sensaciones, historias y sentimientos en un papel o en una pantalla. Descanse en paz, maestro.

Pero en la importancia del ruido del mañana
cuando los agentes rujan como bestias en la Bolsa
y los pobres sigan con su sufrimiento acostumbrado,
y cada cual en su prisión casi se convenza de que es libre,
unos pocos millares pensarán en este día
como se piensa en un día en que se hizo algo apenas desusado...
Los instrumentos de que disponemos parecen confirmar
que el día de su muerte fue un día oscuro y frío.

Hasta siempre. Nos quedarán sus palabras.

lunes, 8 de marzo de 2010

El hombre que dijo no (sobre la interpretación de los hechos)

Miles de reflexiones contradictorias, deseos, recuerdos, soledades, triunfos y fracasos, angustias, pesares, sueños, impulsos, añoranzas, disgustos pasados y temores futuros, su esperanza, la certeza de su muerte... y todo ello era un bloque sobre sus hombros, un peso que inclinaba su cuello para que su mirada no viese más allá que 3 pares de botas sobre el suelo húmedo.Cuando todos sus recuerdos y sus anhelos fueron demasiado dolorosos y tuvo que dar su voto en la encrucijada de la historia a la que un maligno espíritu parecía haberle arrastrado, sólo pudo decir en un susurro apenas audible:

-No.

Entre los dedos temblorosos de los dos oficiales que habían apoyado la decisión de iniciar el ataque, las llaves parecían puñales refulgentes hendiendo la oscuridad levemente atenuada por las luces rojizas. Finalmente, los brazos cayeron bajo el peso de la decisión, y se dispusieron a esperar morir bajo más cargas de profundidad en una guerra que quizá estuviese destruyendo ya a sus propias familias, o quizá tratar todo como un sueño desorientador que pasaría en breve y poder ver en unos pocos días sobre la superficie del mar al sol escalar de nuevo sobre el horizonte.


Esto es una simple recreación dramática, falsa y practicamente irrelevante sobre uno de los hechos más trascendentes de la historia humana, conocido hace unos años, a raíz de la desclasificación de los archivos soviéticos. Durante la crisis de los misiles cubanos de 1962, un Submarino nuclear soviético que llevaba horas sumergido y no sabía como se estaría desarrollando la situación altamente inflamable, a un paso de la guerra, que el mundo vivía cuando se sumergió para movilizarse junto a toda la flota de la URSS, pudo atacar con armamento nuclear a los Estados Unidos. El voto de un solo hombre lo impidió. Se llamaba Vasili Arkhipov.


La verdad suele ser poliédrica, o así la solemos interpretar mejor, al menos (cabe la posibilidad de que sea tan clara que en ocasiones no tenga grietas ni meandros ni brotes ni esquinas: pero nosotros sí, y somos nosotros quienes valoramos los hechos, que a menudo son complejos). Así que cuando se conocen historias extremadamente difíciles de concebir, como si fueran nudos en que se anudan la confluencia de la historia y la humanidad de una forma imposible de desenlazar, la tarea es imposible. Pero quedan las aproximaciones. Nunca podremos agotar una verdad como la del marino Vasili Arkhipov, porque está llena de vértices, pero a su vez es sencilla, en lo que concierne a lo esencial. Dijo no en una decisión crucial en un momento trascendente, y quizá salvó más vidas de lo que nadie puede imaginar. O al menos, evitó a otros la posibilidad de equivocarse en "el momento más delicado de la historia de la humanidad", según la expresión del historiador Arthur M. Schlesinger. El destino lo colocó en un sitio poco envidiable, y supo estar a la altura. Por supuesto, son muchos detalles los que desconocemos (es altamente improbable que los lleguemos a conocer nunca), y no sabremos las circunstancias personales, que en ese momento eran las circunstancias más importantes de la tierra. La alegría, el futuro, la existencia de millones de personas quizá dependen en algún momento del desayuno frío o amargo de alguien, su relación puntual con alguno de sus compañeros, la nostalgia por sus seres queridos, y la paz de su mente y el bienestar de su cuerpo quizá sean durante un breve lapso de tiempo el mismo latido del mundo, durante unos minutos infinitos...o quizá esto sólo sea un interpretación exagerada de una de las incontables aristas que podríamos seleccionar. O también puede que sea exactamente lo que ocurrió. Evidentemente no significa que debamos dar el mérito de la prudencia de Arkhipov a quien preparó su café, pero es seguro que si pudiésemos elegir, querríamos que no sufriese en ese momento un corte de digestión.

La reflexión sobre los temas más arduos de concebir está llena de peligros: el embellecimiento, la banalización, la obsesión por los detalles, la búsqueda de motivaciones ocultas. En cierto modo es lógico, es imposible pretender llegar hacia el fondo de algo que resulta tan abrumadoramente real que desprende un aroma a irrealidad tremendamentente esquivo (¿quién puede imaginar seis millones de muertos?, ¿a nadie le pareció que el derrumbe de las Torres Gemelas parecía no estar pasando en realidad?). Así que quedan los análisis de los detalles que poco a poco crean un cuadro más comprensible. Pero creo que siempre debemos aceptar que el núcleo de esas realidades siempre permanecerá cerrado en un sentido sustancial a nuestras explicaciones que llegando a un cierto punto, sólo serán un balbuceo errático. Parece inevitable.

Ahí están, con las llaves en la mano en el puesto de mando, de pie o sentados (¿dará igual?), exponiendo la situación, con discusión previa o no, intentando convencerse o no, discutiendo acaloradamente o en pocas palabras...dos votos a favor (los de el capitán, Savitsky, y el comisario político Ivan Semonovich Maslennikov) y una última decisión por tomar, a cargo del segundo oficial del submarino, entre la presión de los golpes cerca del casco, la profundidad y el espacio angosto. Afuera, la decisión de la invasión de cuba está tomada, fijado su inicio a las 4 de la tarde. 2 aviones abatidos. Todas las tropas movilizadas. Una partida de gélido ajedrez sobre las que los participantes creen tener control. Pero bastaría un fallo o un malentendido para que el tablero les estallase en la cara. Parece que estuvo a punto de suceder, y parece que debemos a la sangre fría de una persona una situación más...bueno, mejor dicho, un poco menos catastrófica del mundo. No es poco.

Otra interpretación del hecho, que, como todas, resalta algunos aspectos, obvia otros, y saca sus conclusiones. Personalmente creo que es un gran artículo, lleno de información y fuerza.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/marino/Arkhipov/suerte/mundo/elpepiopi/20040702elpepiopi_6/Tes/

Y aquí, una visión bastante ceñida a las versiones secretas de ambos bandos. Parece ser que el primer oficial, fuera de sí abogaba por lazar el armamento nuclear y hundir el barco que creía que les atacaba, antes de que su segundo lo calmase, y a pesar de que tenía autorización táctica para lanzarlo, renunciase a actuar de una manera quizá irreversible y esperase una orden que afortundamente nunca llegó.

http://history101.multiply.com/journal/item/192

Y por último, una biografía de nuestro héroe

http://en.wikipedia.org/wiki/Vasiliy_Arkhipov

Espero que los enlaces os resulten interesantes :) , sólo puedo añadir, que la humanidad tenga en su gloria al segundo oficial del submarino soviético B-59 para siempre...

Seguiría divagando respecto a los mismos temas, pero sería aburrido y no aportaría nada más, si es que lo he hecho antes. Lo que pueda pensar a partir de ahora, y lo que (espero) os incite a pensar a vosotros queda fuera de este espacio, para que quizá podamos aprender una valiosa lección. Para acabar, se me ocurre que esta fascinante y trágica historia con un final feliz ofrece una buena razón para intentar hacer lo correcto:nunca sabremos, hasta que llegue si lo hace, si algun día el mundo, la historia, la humanidad o el espíritu de nuestro tiempo nos requerirán.

miércoles, 3 de marzo de 2010

La destrucción

Vae Victis
¡Ay de los vencidos!



(Thomas Cole fue un pintor estadounidense, aunque nació en Inglaterra. En una serie de 5 cuadros alegóricos llamada El curso del Imperio creó una historia atemporal de inicio, ascenso y caída de una ciudad, de un imperio, de una civilización. El cuadro que se ve corresponde al cuarto de la serie. Su título es La destrucción)




El humo sube en un vórtice irresistible y se revuelve entre el cielo frágil, mezclando gritos y oscuridad en las alturas azules. Desde los flancos hacia el centro, ataca con fiereza la claridad que parece nacer brevemente antes de ser engullida por las nubes más oscuras y la humareda. Esa luz que agoniza quizá sea un reflejo de aquélla otra en la que los dioses están vigilando y miran esta jornada negra desde su morada, si es que existen. Mientras persiste, ese cielo plácido que llega desde el fondo hasta el que alcanza nuestra vista, viene por el mar hasta la entrada en la bahía y parece acompañado de una luz mansa, aún. Su diáfano azul va acercando entre las olas la brisa, que mueve barcos lejanos que pugnan y se hunden, y según se acerca se transforma en un vendaval que parece insuflar la violencia suficiente para convertir una cierta inquietud en la lejanía en violencia y terror, más cercanos a nuestra vista.

Una gran columna derruida bajo los templos y la gran cúpula de la derecha son azotadas sin piedad por otro viento vacío que nadie sentirá. Ondea con viveza una bandera en uno de los extremos del paseo que tras el rompeolas cerraba la apacible bahía, caerá enseguida. El otro extremo se desploma con violencia en el mar hacia su abismo. Antes, el enorme peñón parecía un presagio de fuerza y resistencia, como si fuese capaz de protegerlo todo, una barbacana inexpugnable. Hoy parece una montaña árida y empequeñecida ante el furor humano. Y otra columna, caída tiempo atrás, parece en sus grietas una boca de fiera encadenada sufriendo golpes. Acercándose a la entrada de la ciudad que vivía y soñaba, acompañaban el paseo edificios destinados a la eternidad para la gloria que serán una sombra en horas. Más arriba cúpulas y columnatas como brazos a la entrada de la bahía. Hoy, esos edificios arden, se desploman como la memoria de su esplendor. El palacio tras la columnata ya también es víctima de un fuego que hace huir a la gente buscando un refugio que no existe. Los invasores han entrado, desde el mar o desde la montaña. El puente que comunicaba las dos partes de la ciudad, antes de llegar al puerto, se hunde con fragor, y los fugitivos caen envueltos con la roca frágil ahora, junto con algunos de sus invasores. Y las naves se agitan en la lucha, bailando una danza que deja de tener sentido más alla de la pervivencia, y el odio atruena en las mentes y deja el sabor de la sangre en la boca. Matará y hará morir a muchos, algunos quizá habrían podido escapar entre el caos.


Los defensores, sorprendidos, se han retirado a la plaza y al débil puente para realizar un último contraataque desesperado, entre la humareda caótica y un terror informe y vigoroso. Se agolpan, acometen, hienden, caen, gritan, golpean, sufen, sangran y cercenan cualquier tejido, malla o carne, la más cercana, la más indefensa, la única en la que pueden descargar su ira que pronto también será vana, empavorecidos y rugientes avanzan hacia donde su destino les ordene morir. En las escaleras que bajan al mar, también empezaron las peleas. Hay algunos con lanzas, alguien alza sus brazos pra dar el postrero golpe, alguien se esconde detrás de un escudo, tras caer al saltar desde arriba y trastabillarse.Mira, pero no ve. Contrasta con el hombre a su lado, que tensa su brazo para asestar un golpe o lanzar una honda, o un objeto a alguien que no vemos, auqnue sabemos que sufrirá también la misma sed de sangre. Algo más abajo, un guardián va a arrojar su lanza contra alguien, detrás de él, los cuerpos caídos y la sangre forman su retaguardia. Una figura postrada entre ellos alza los brazos y se desespera, a su lado otra detenida entre los cuerpos muertos, y mientras, la muchedumbre rueda por encima de ellos, algunos caen. Los que pudieron llegar hasta allí, imploran bajo el pedestal de la gran estatua, uno de ellos resulta presa fácil.

Una mujer se lanza al mar ante el guerrero que viene persiguiéndola, ha conseguido atrapar su manto, pero el peso ya se inclina hacia la caída. En este recodo más cercano, la resistencia ha cedido, un guerrero se asoma en primer plano y otro porta una antorcha hacia algún lugar. Los cadáveres de los ciudadanos pueblan también el lugar, acompañados por el de algún militar con una flecha en el cuello, justo donde acababa su coraza. A los pies del guerrero protector, un escudo pesa sobre un brazo y un cuerpo muertos, un arquero resiste y un lancero sostiene la lucha contra la embestida que llega desde el barco que nos tapa el muro. La estatua parece inflamar el furor de ambos, pero terminará enseguida, y el tiempo que ha mellado el escudo, derruirá el lugar donde serán abatidos. La cara del espíritu de la lucha hecho piedra también ha sido desmoronada por el espíritu maligno que hoy trae la desgracia.

Y a su lado yo, que he sido elegido para la encarnación de ese espíritu y he adoptado su cara, el ciudadano que soñaba con otras glorias, que advirtió a los bárbaros y facilitó su estrago. El traidor por siempre y para siempre. Bajo mi manto verde contemplo la facilidad de la devastación, el ímpetu de su dominio, y me estremezco ante el poder de la aniquilación ciega y el sufrimiento que he asestado como un heraldo negro. Pienso en mi culpa, en la del mundo, que nadie es culpable, que lo seré para siempre. Creo que antes de que todo termine, me apoyaré en el pedestal de la imagen guerrera y dejaré ver mi rostro a aquellos que ayer eran mis vecinos y hoy serán mis víctimas, para que antes de sucumbir puedan hacer renacer en sus miradas sanguinolentas y febriles el fuego del odio y el desprecio que ya no me abandonarán nunca.


Para finalizar, enlace a una página donde podreís ver este épico cuadro. Espero que os guste, como me pasó a mí. Evidentemente, él no tiene la culpa de mi entrada, dadle una oportunidad :) .

http://www.paintinghere.com/painting/The_Course_of_Empire_Destruction_2628.html