Cuando la filósofa judía de origen alemán Hanna Arendt cubrió el juicio en Jerusalén contra Adolf Eichmann acuñó est término, muy polémico desde entonces. Eichmann era un burócrata que coordinaba los trenes de la muerte hacia los campos de exterminio, que simplemente parecía obedecer órdenes de sus superiores. Completamente sustituible...y sin embargo, una pieza clave del mayor genocidio jamás cometido. No parecía un monstruo malvado de rencor bíblico, pero no fue necesario que lo fuera. No soy quien para meterme de lleno mucho más en el concepto, pero si creo que los finales de el monstruo que vendía petróleo a los buenos y la organización que luchaba para que la savia siguiera corriendo por el árbol ancestral son, fuera del ceremonial del terror y el poder, simplemente ridículos. Leer el último (esperemos no tener nunca más que malgastar nuestro tiempo en una prosa tan viscosa y alejada de cualquier sentido de la realidad) comunicado de ETA significa adentrarse en un laberinto mental creado en los prejuicios románticos ñoños del izquierdismo reaccionario que necesita sangre para mantenerse vivo. Macbeth entró en un lago de sangre, y fue tan lejos que para salir de él le parecía que debía seguir su camino de crímenes y violencia, porque la orilla inicial quedaba demasiado lejos. Pero al menos él lo sabía. Pareciera que los 3 penitentes con boina que nos perdonan la vida si les damos la razón se creyeran en ese mundo de guerrilleros luchando contra el desorden del mundo que ha impuesto un señor gordo con un puro desde una multinacional (en este caso, versión española con guardia civil chusquero y "fascismo", ese comodín ideológico, omnipresente en cada rincón de la casposa España).
Y ha pasado el tiempo, los edificios viejos se han sustituido por otros con ascensor, ha llegado internet y se ha mejorado la convivencia, pero unos tipos con pistola han seguido decidiendo que en lo que ellos respecta es más útil vivir en la gloriosa época de las revoluciones (todas, absolutamente todas pervertidas desde el principio o luego traicionadas) y obligar a vivir a "su pueblo" en esas condiciones risibles, que sólo vuelve aterradoras una pistola humeante descargando su delirante, pero fatalmente letal, justicia en la nuca de los enemigos del pueblo. Ahora, tras "socializar el sufrimiento", dicen que renuncian a seguir haciéndolo. Mentira, han perdido, y ya no les merece la pena. Pero aún así, bienvenido sea, y que se acompañe de la siega de la mala hierba y la retirada de los frutos perversos que han sido sembrados y recogidos con profusión todos estos años de plomo y amenaza disfrazada de utopía. Harán falta años. Y en Euskadi y en España habrá que cerrar las heridas, empezando pronto. Contando con que por una vez los intelectuales que han redactado las crónicas de Narnia revisited no se lo piensen mejor, y pensar es un decir. Los anormales.
Y encima, van y hacen su anuncio del millón de dólares justo el mismo día en que ocurre, horas antes, otra noticia de mayor relevancia internacional para que les eclipse en los telediarios del mundo. La muerte de un sátrapa que no hace demasiado mandaba a su ejército bombardear a su propio pueblo, mientras hacía tratos poco confesables con varios respetables mandatarios occidentales, y trataba y mataba "como a ratas" a los libios. Hasta que llegó su hora. Es extraño, nadie puede decir que no mereció su final...pero el sentimiento primario que queda tras ver a un guiñapo sanguinolento torturado y asesinado por una turba sedienta de venganza es muy amargo. Uno comprende la violencia y el afán de devolver una porción de sufrimiento, y sin embargo la imagen de una transición hacia una Libia respetuosa con los que no respetaron a los demás es difícil de asumir viendo aquello. Sólo nos queda la seguridad de que varias empresas de gloriosos países liberadores envueltos en la titánica tarea de llevar la libertad hacia esa país maltratado van a conseguir buenos contratos. Y gasolina para los cacharros. Espero equivocarme, pero uno siente algo de vergüenza al ver a su país en ese buitreo. Y conste que espero equivocarme, y que los libios construyan un país más unido. Como nosotros... será duro, pero habrá que examinarse, pedir perdón y recibirlo o no, hacer autocrítica, y sobre todo, convivir, es lo único obligado. Paz, piedad y perdón.
Pero es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que les hierva la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelva a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído magníficamente por una ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, piedad y perdón
Manuel Azaña
Ojalá que así sea.