jueves, 6 de abril de 2017

Aquellos maravillosos hooligans

Érase que se era una competición deportiva plena de pasión y pulmón.Las multitudes acudían al estadio para disfrutar, emocionarse, odiar al rival y mostrar orgullosamente los colores.

La excitación estaba en el aire.Año 532 de nuestra era. Las carreras.


De un lado, los verdes, de otro los azules. Uno no sabe si existiría libertad de elección en ello o si, como ha pasado en otros lugares hasta ayer, la religión imponía la torcida. Pues los azules profesaban la ortodoxia cristiana y los verdes la herejía monofisita. Quizá hubiera Ronaldos e Iniestas, Messis y Modrics cuyo talento todos reconocieran por encima de los colores con los que los carros se pintaban. O quizá no. Procopio de Cesarea escribe, La población de las ciudades se había dividido desde hace tiempo en dos grupos, los Verdes y los Azules... sus miembros (de cada facción) luchaban contra sus adversarios... no respetando ni matrimonio ni parentesco, ni lazos de amistad, incluso aunque los que apoyaban a diferentes colores pudieran ser hermanos o tuvieran algún otro parentesco. Era como si a Roncero le sale el hijo fan de Neymar.


La situación política era convulsa, sin que tuviese que venir ningún Piqué a denunciar manejos de hilos turbios. La derrota y el tributo impuesto por los persas había aumentado la presión fiscal sobre Constantinopla. El prendimiento, intento de ejecución, huída y persecución a hinchas de ambas facciones había caldeado el odio contra el emperador Justiniano* Así que cuando las aficiones pasaron de los cánticos en contra de la otra a entonar cada vez más claro y alto "Niká, Niká, Niká" ("Victoria, victoria, victoria")...el emperador supo que allí empezaban sus problemas. Gritaban victoria y querían ver arder el mundo, contagiados de la pasión febril que en el estadio se acepta y en la calle se censura. Ardieron Hagia Sofia y el Palacio Imperial. Se atacó a los emisarios del emperador. Se hizo traer el ejército de mercenarios. Pero todo parecía perdido. Solo Teodora (la antigua cortesana que conquistó a un emperador) fue capaz de recordale que el trono puede ser un sepulcro honorable. Las fuerzas antidisturbios fueron controlando la situación, poco a poco. El mundo no parecía tan cerca de su fin sobre el Bósforo una semana después. Como tantas otras veces, después de la tormenta hooligan llegó la calma. Con una leve diferencia, en este caso: 30,000 cadáveres, quizá más, yacían en los alrededores del hipódromo.







*Estudié mucho a Justiniano durante una época. Santa Sofia, que se reconstruyó después de esto en la barbaridad de solo 5 años. El mosaico de Justiniano y el de Teodora. El Codex iustinianus y el Corpus Iuris Civilis. Era para mí alguien con tanta relevancia que parecía mentira. Luego, la vida enseña a moderarse: No sabía que una prostituta lo enloqueció de amor, que se cagaba de miedo y quiso huir del peso de la púrpura, que sintió celos de Belisario o que su historiador particular, que en público lo ensalzaba, escribía al mismo tiempo una obra cargada de desprecio contra él. Su titulo significa "No publicable" y en el griego del Imperio, ha quedado recogida para siempre como "Anécdota".




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